La despoblación del interior de España: ¿Conservación a toda costa o búsqueda de equilibrio?

La infraestructura ferroviaria, en el pasado un activo vital para el desarrollo de la españa rural, yace en buena parte abandonada.
Desde hace unos años, está siempre en la prensa el tema de la despoblación del interior de España. El punto de vista, la forma de mostrar el problema, es siempre como que este es un proceso que debe de evitarse a toda costa, que todos esos pequeños pueblos y aldeas deberían mantenerse ad eternum.
Sin embargo, y al igual que ocurre con la gestión del ocaso del carbón, una gestión que implique la total conservación de lo existente no solo es costosísima e insostenible a largo plazo, si no que solo lleva a un peor desenlace. La solución real pasa por buscar una optimización de la población en tales regiones, una búsqueda de un punto de equilibrio en el que se llegue a un futuro en el que éstas puedan autosostenerse sin ninguna ayuda estatal, o al menos reduciéndose en gran medida, entrando en una nueva fase de estabilización o incluso incremento de la población.

Las regiones mineras se han llevado un doble golpe al ser en muchos casos regiones rurales también.
Esta optimización, este alcanzar el punto de equilibrio, pasaría por realizar una selección de aquellos pueblos que ofrecen mejores condiciones a largo plazo, y habiendo seleccionando aquellos pueblos con garantías de futuro, realizar políticas de cara a su conservación y afianzamiento poblacional.
De esta manera, podría llegar a generarse una masa crítica que permitiría el autosostenimiento. Así, se pasaría de regiones enteras condenadas al vacío poblacional, a crear en cada una de esas regiones ciertos núcleos con capacidad de ofrecer oportunidades a los jóvenes, que ofrecieran una calidad de vida y unos servicios que de otra manera serían imposibles sin incurrir en costes inasumibles.

antigua pensión en la región del bierzo
Estas decisiones, sin embargo, no son nada fáciles, implican el aceptar que no hay más solución que la desaparición de multitud de pequeños pueblos y aldeas, implican el decir a la población y descendientes de todos esos núcleos poblacionales que mucho de lo que crearon, del patrimonio material e inmaterial, desaparecerá para siempre. Estas decisiones es indudable que crearan una gran oposición en algunas de la regiones. Pero ante la situación actual de la España "vaciada", pese a lo duro de las decisiones a tomar, no hay más manera de ofrecer un verdadero futuro a esas regiones de la España rural que una vez conformaron la espina dorsal del país.
Obviamente, tampoco propongo el abandonar a su suerte todo ese patrimonio que compone una de las espinas dorsales del país. Sin embargo, la conservación de éste debe de tener como base una perspectiva racional, basada en los recursos disponibles, siendo estos recursos repartidos de manera eficiente y no partidista. Al igual que con las poblaciones, objetivos maximalistas pueden conllevar consecuencias fatales a largo plazo.

El patrimonio inmaterial de éstas regiones, con la fiestas patronales como máximo exponente, es uno de los pilares culturales del país.
La alternativa, la decisión fácil (y por ende, la que tomará la actual clase política) es hacer un paripé en el que tirando miles de millones de euros se haga como que se está realizando un apoyo sincero a tales regiones, creando a su vez una miriada de organizaciones y asociaciones con una total dependencia de las arcas públicas. Este apoyo, al igual que la mejoría repentina de muchos enfermos antes de expirar, no haría más que crear una apariencia de mejora temporal, artificial, transitoria, hasta la muerte final.

La españa rural goza una gran cantidad de patrimonio histórico.